El mito de la caída y la pérdida de la inocencia.
Niño incorruptible, joven esclavo.
Siendo aquello que en un principio fuimos albergábamos un
poder inabarcable, cuando nuestro cordón
umbilical fue cortado por segunda vez y desprotegidos nos hallamos ante el frio
se abrió ante nosotros la infinitud. Y es cuando reconocemos esa infinitud cuando nació el miedo, la incertidumbre. Es
ese miedo el que nos hace esclavos, pero también este es el campo en el que
tenemos que luchar y el cual, aunque efímeras y volátiles, nos ofrece un crisol
de posibilidades. Conquistar la vida, vencer al miedo, implica una teleología, y
es esto lo que hace que sea diferente(quizás menos valioso, o no) que aquello
que experimentábamos cuando de niños el mundo era un lugar aparte. Nuestro
primer contacto con el mundo es desde la perspectiva de un niño, nuestra
experiencia como niño nos muestra “algo” que sin duda muta cuando crecemos y
desentrañamos los misterios de la existencia. Aquello trágico no tenia cabida
en la cabeza de un niño, sin embargo nos vemos rodeados por esa faceta de la
vida cuando dejamos atrás la niñez. Y ante nosotros la vida, el dolor, las
preguntas, el amor reconocido y demás asuntos, asuntos que deben ser resueltos
y que detrás de su complejidad aguardan un bello tesoro. Esta lucha no tiene
fin en vida, esta lucha acaba con la redención que es el morir. Desistir en la
lucha es la raíz de todo mal, todo mal que daña al hombre, el hombre que se
daña a si mismo pues no es capaz de advertir la lucha, inconsciente no adivina
a ver que hay detrás y sin saberlo se sume en la confusión y se ve desbordado
por ella. El hombre aguarda su momento pero el momento no llega, el hombre debe
entender la lucha como apertura, como un ir creando nuevas puertas que agrandan
sus competencias y que cual arma de doble filo le da o le quita, cuanto mayor
es la profundidad mayor es el riesgo. La comprensión que se ve reflejada en la
mirada de un joven es el mayor regalo, aquel que no podríamos ambicionar como
niño, pero que tampoco hubiéramos necesitado. Solo queda avanzar, ser barco con
rumbo desconocido, pero cargado de determinación, de honestidad. Encontrar la
pasión en las acciones que uno desempeña, amar lo que se hace y si no se es
capaz obligarse a hacerlo, con la confianza ciega de saber que es lo único a lo
que se puede agarrar este hombre que nunca dejo de ser niño.